Esta experiencia comenzó a entretejerse con una cálida recepción en el bar Las Vistas, al ritmo de música electro lounge y unos cocteles Big Manhattan, con notas de manzana verde y hierbabuena mezclándose para transformarse en una bebida refrescante a cada sorbo. Durante la espera de los invitados, se repartió un amuse-bouche hechos a base de pan de plátano, pato ahumado y mermelada de naranja que podían comerse de un solo bocado.
Foto: Santana López / Menú Acapulco
La espera terminó y todos los invitados nos dirigimos en fila hacia las escaleras que conducen hacia el restaurante La Nao, en donde el chef Morales ofreció una cordial bienvenida a cada uno de nosotros, para guiarnos por la penumbra de la terraza del restaurante, apenas iluminado por el frágil brillo de las antorchas que se sostenían en del pasamanos de las escaleras. Al llegar todos al punto de reunión, la oscuridad se disipó y pudimos contemplar la mesa donde seríamos los invitados de honor; ahí comprendimos el misticismo de las tinieblas en las que se encontraba.
Nos dirigimos hacia la mesa, con un cielo perfectamente despejado, un aire perfumado a almizcle, flores y frambuesas combinado con la brisa de mar que envolvía el ambiente en el que nos disponíamos a escoger nuestro lugar.
El mezcal de bienvenida, a cargo de la marca Burero, nos ayudó a romper el hielo y la interacción entre los invitados comenzó casi de inmediato. Algunos conocidos, otros habían intercambiado palabras hacía unos minutos; la mesa pasó de ser una cena entre desconocidos a una verdadera cena entre amigos pues el ambiente comenzó a cobrar
Bajo las estrellas y con Urano brillando en todo su esplendor, la experiencia comenzó a tomar sentido, pues el ambiente cálido que proporcionaba la iluminación y el mezcal de bienvenida hizo que los invitados comenzaran a interactuar entre ellos; algunos se conocían de años, otros hacía unos minutos, la mesa pasó de ser una cena entre desconocidos a una verdadera cena entre amigos, pues se sentía en el ambiente una energía familiar, como si todos nos conociéramos de años. No cabe duda que la comida es la mejor forma de entablar relaciones y comunicarnos unos con otros.
Foto: Santana López / Menú Acapulco
Entre risas, intercambios de experiencias y anécdotas, comenzó a llegar el primer plato, una entrada compuesta por callo de hacha, puré de edamames con leche de coco y fritura de jengibre rosa, el cual podemos describir como un plato con el sabor marino puro, con un toque asiático y un balance de sabor justo por el jengibre. El maridaje de este plato se dio con un vino blanco de etiqueta Orlandi de la casa vitivinicultora Viñedos La Redonda, proveyendo un sabor afrutado y fresco que limpiaba por completo el paladar con notas de mantequilla que se acoplaban perfectamente a la grasas de los primeros platos.
Foto: Santana López / Menú Acapulco
Una vez terminado este plato, se dio pie al segundo tiempo, el cual era una crema de foie gras, con “espagueti” de nopal, higos y chocolate. Durante este tiempo, el chef Manuel Morales, nos guió para decodificar los sabores de este plato y poder descubrir la magia que tenía oculta: primero, había que probar la crema sola, sin ningún elemento extra; seguido de esto, nos pidió probar la crema junto con un poco de espaguetti, el cual nos sorprendió al evidenciar el cambio radical de sabor en esta crema; a continuación, solicitó probarlo con un poco de higo, para el cual la crema adoptó un nuevo sabor diferente, ligeramente dulce combinado con la textura suave y esponjosa del higo; y por último, pidió mezclar todos los ingredientes, para que el chocolate pudiera fusionarse con todos los elementos; como resultado, una explosión de un sabor tridimensional que estimuló nuestro sentidos del gusto y olfato para poder disfrutar e identificar cada uno de los elementos de este plato.
El tercer tiempo, precediendo a la cumbre de esta cena, se colocaron en las mesas un plato hondo que contenía en su interior una porción de la pesca del día: huachinango con un toque de limón y aceite de oliva cubierto por una ensalada fresca de hinojo y enebro con hojuelas de bonito. Este plato, simple, ligero pero intenso en sabor ofrecía sabores tradicionales y una forma contemporánea de presentarlo que lo dejaron en su punto ideal.
Foto: Santana López / Menú Acapulco
Concluido este tiempo, se ofreció a cada uno de los comensales un sorbete de guanábana, albahaca y ron, con el propósito de limpiar el paladar y hacer el preámbulo al plato principal, teniendo en su interior un sabor fresco y herbal con el poder de disipar todo los sabores en la boca y dejarnos listos y a merced del siguiente plato.
Foto: Santana López / Menú Acapulco
Presentándose con un ensamble de merlot y cabernet sauvignon que ofrecía aromas frutales y amplio sabor, llegó el plato fuerte. Ante nuestra presencia se mostraba un corte New York a cocción lenta en horno de leña y bañado ligeramente con un toque de chimichurri, la carne suave y jugosa se encontraba reposando sobre una cama de salteado de lentejas con chile guajillo y pulpo.
Foto: Santana López / Menú Acapulco
El sabor ahumado era evidente, el cual proporcionaba una personalidad exquisita al corte, el pulpo combinado con el sabor de las lentejas y la intensidad que agregaba el sabor de guajillo, dio como resultado un plato lleno de sabores intensos que maridó de manera extraordinaria con el tinto que lo acompañó de principio a fin; un cabernet malbec de 2016 también etiqueta de Orlandi, un vino queretano con notas de jamaica, grosella y chocolate.
Era el turno del último tiempo, y como en todo buen banquete, cada plato anticipaba la llegada de un majestuoso final. Las burbujas comenzaron a bailar en las copas de vino espumoso y el postre llegó a la mesa. Se trataba de una tarta de limón deconstruida, sabores ácidos y dulces distribuidos elegantemente en cada espacio del plato. Encontramos trozos de merengue horneado, crumble de galleta, ralladura de limón asado con un toque de miel, flores comestibles, fresas y zarzamoras. Cada ingrediente se fusionaba con otro para ofrecer una explosión dulce en el paladar; justo lo que se necesitaba para cerrar majestuosamente la velada.
Foto: Santana López / Menú Acapulco
Antes del último sorbo del dulce y agridulce vino espumoso, el Chef llegó a la mesa acompañado por todo el personal de la cocina para brindar juntos y agradecer la presencia de todos los comensales.
El Chef Manuel Morales mostró su entusiasmo por continuar ofreciendo estas cenas sensoriales y exclusivas de Banyan Tree, con la finalidad de abrir una opción al público local que desea experiencias gastronómicas exclusivas y de primer nivel.