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Cira La Morena, una ofrenda en su honor desde el corazón

La muerte solo es un paso a una nueva vida, una transición natural que nos permite regresar a los lugares donde fuimos felices, por toda la eternidad. Temerle a la muerte es temerle a la vida; para allá vamos todos, a comer pescado a la talla atendido por nuestra querida Cira La Morena.

La vida es un constante ciclo que se renueva a cada momento; unos llegan y otros se van. Pero a pesar de que los cuerpos físicos ya no permanezcan, nuestros seres amados permanecen entre nosotros por medio de su memoria, pues cada forma de vida toda al mundo de una manera especial, por toda la eternidad.

Se dice que las personas morimos dos veces: la primera cuando el corazón deja de latir, y la segunda cuando se dice su nombre por última vez. Afortunadamente en México, el Día de los Muertos se encarga de poder mantener viva la llama de los recuerdos de todos aquellos que ya no se encuentran entre nosotros, y de añorar su presencia con la ferviente creencia de que transitan grandes distancias para compartir uno de los actos más grandes de amor: la comida.

Originaria de Lo De Soto, Oaxaca, se naturalizó acapulqueña desde muy joven, cuando su hambre de superación y su sed por sacar adelante a toda su familia, la motivaron a migrar hacia este puerto en búsqueda de nuevas oportunidades.
Foto: Archivo de la familia.

“Para mí la vida es un sueño. Para mí, todo lo que Dios me ha dado, es un sueño que no puedo creer”

Cira La Morena

Este año, nuestra ofrenda la hemos querido dedicar a la memoria de doña Cira, La Morena, quien no sólo nos ha consentido con “el toloache” de su cocina o su mítico pescado a la talla, sino por el gran legado que ha dejado a la cocina tradicional acapulqueña y guerrerense, y por el peso que tiene su nombre.

Originaria de Lo De Soto, Oaxaca, se naturalizó acapulqueña desde muy joven, cuando su hambre de superación y su sed por sacar adelante a toda su familia, la motivaron a migrar hacia este puerto en búsqueda de nuevas oportunidades. Fue aquí donde la historia comenzó, y en donde el esfuerzo, la lucha, los altibajos y sus buenos sentimientos que la caracterizaban, hicieron que doña Cira se convirtiera en lo que hasta el día de hoy es: una madre ejemplar, una cocinera experta y una mujer excepcional.

La moronga es un platillo hecho a base de un embutido de sangre de cerdo guisado a la mexicana.
Foto: Jorge Jayer/MMXMG

A voz de sus hijos, Armando y Juana La Cubana, los alimentos que se presentan en la ofrenda tienen una razón muy específica: todos y cada uno de ellos representan a doña Cira. La yerbamora y el chipile eran uno de sus platillos favoritos, la moronga por igual; pero cabe mencionar que esta moronga debía ser guisada como a ella le gustaba, y que es una forma de cocinarse muy característica de la Costa Chica de Guerrero y de Oaxaca; estos dos platillos son un referente de su herencia afromexicana y del lugar donde ella nació. Pero, por encima de todo, su alimento preferido era el huevo guisado con chile verde, el cual disfrutaba de comerlo después de un día de arduo trabajo en el restaurante, acompañado de frijoles de la olla.

“Mi madre era una mujer tan chingona, que cuando hacía la salsa [en el cajete], nunca le sonaba la piedra”

Juana La Cubana

El pescado a la talla y los camarones a la diabla son uno de los platillos más característicos de su restaurante; y por si existe aún la duda, a doña Cira le gustaba comer su pescado a la talla, únicamente cuando se le antojaba, pero en caldo: usaba el mismo procedimiento con el que se hace el pescado a la talla, sin embargo, cuando estaba listo, procedía a sumergirlo en un caldo picoso, como a ella le gustaba, para disfrutarlo en su casa. Algo que también pudieron resaltar es la sencillez de los alimentos que la hacían feliz, pues incluso una memela con chile le parecía un verdadero manjar; una mujer que disfrutaba de las cosas sencillas de la vida y la comida picante.

Pescado a la talla, el platillo insigna de Acapulco. Un pescado asado a las brasas que es bañado en una salsa chiles rojos, mayonesa, mantequilla y especias.
Foto: Jorge Jayer/MMXMG

En el Día de Muertos, un elemento que no podía faltar (y que nunca faltará) en las ofrendas que dedicaba a sus fieles difuntos eran los tamales de carne cruda, los cuales preparaba en grandes cantidades y acompañaba con fruta, arroz con leche y una veladora, para que cada una de las personas que formaron parte de su familia, también para aquellos que la ayudaron a seguir su camino y a todos los que doña Cira conoció, amó y que nunca olvida: más de 190 veladoras, tamales, fruta y dedicatorias en su altar.

La generosa ofrenda de Día de Muertos de Cira la Morena, cada persona que incidió en su vida, tuvo un lugar en su ofrenda.
Foto: Archivo de la familia.

“Hija, si me muero, allá [en el cielo] voy a poner un restaurante. Ya se me fueron clientes, ya se me fue el que me hacía las cabañas, ya se me fueron los que me entregaban el pescado… falto yo, nada más”

Cira La Morena

Cira La Morena, ya era una leyenda pero ahora ha trascendido para convertirse en un ser inmortal, dejando entre nosotros su sazón, sus recetas, sus recuerdos, su imagen icónica de una mujer estoica bañada en oro y su gran corazón, que brilla todos los días, cada vez que las brasas de las parrillas de su cocina arden en su nombre.

Hoy la esperamos con la mesa servida, para ofrendar en su honor todos los alimentos que en vida ella disfrutaba, recordamos su memoria y su legado para mantenerla vida y presente entre nosotros, y compartimos estos días para darle fuerzas y aliento a que pueda seguir su camino de regreso, para atender el restaurante que ha puesto en el cielo, uno de sus anhelos en vida, donde atiende a todos sus clientes que en algún momento del camino, se adelantaron al reencuentro.

La ausencia física es evidente, pero las memorias llenan esos huecos que han quedado en el corazón, y nos abrazan para acomodar el alma y todo lo que esté roto. La tristeza ya no puede tener cabida, sino la alegría de una nueva vida, de un renacer y de la esperanza de volver a encontrarnos, nuevamente y muy pronto.

“Mi madre ¿miedo a la muerte? Jamás

Juana La Cubana
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