En la mayor parte del territorio mexicano, los usos y costumbres influyen en los alimentos que consumimos a lo largo del año, provocando una selección especial de platillos conforme pasan los meses. Entre las tradiciones más fuertes sobre las costumbres culinarias, los mexicanos las practicamos intensamente en el tiempo de Cuaresma y Semana Santa.
Contamos con gran tradición católica que trastoca sus hábitos cotidianos que tienen origen desde la época de La Conquista y que hasta nuestros días se mantiene al obligarse los propios creyentes a abstenerse de comer carne todos los viernes de cuaresma.
De acuerdo con un estudio realizado por la Profeco en el 2014, durante el periodo de Cuaresma y la Semana Santa, el 78 por ciento de los mexicanos no consume carne; el 47 por ciento prefiere consumir pescados o mariscos; un 25 por ciento carne de pollo y el restante verduras, leguminosas y carne de soya entre otros productos.
El deber cristiano conocido como Vigilia, se ha convertido en una sabrosa tradición culinaria al preferir guisos elaborados a base de pescados, verduras, leguminosas y frutas, en sustitución de carnes, embutidos y fiambres.
En Cuaresma y Semana Santa se eleva la distribución, compra y consumo de pescado en sus diferentes variedades. Tanto, que las autoridades aumentan la vigilancia de precios en mercados populares y centros de autoservicio, donde los consumidores acuden para poder preparar variedad de platillos, como mariscos y pescado a la talla, pescadillas de cazón, camarón a la diabla o pulpo enamorado.
El menú de los viernes se centra en los platillos ya conocidos por los mexicanos, algunos de los cuales son, en su esencia, prehispánicos. Un ejemplo de ellos, es el pipián o mole verde. Éstos, junto con los postres de capirotada y las torrejas, forman parte de los platillos especiales por la comunidad católica.
La capirotada ofrece una rica variedad de hidratos de carbono gracias al pan frito mezclado con cacahuates, coco rallado, pasas, plátano y grajea, mientras que las torrejas son igualmente, pan con cubierto de huevo bañado en miel de maguey.
Estas tradiciones, que perduran hasta nuestros días, pueden decirse que son, en su esencia, prehispánicas, porque los protagonistas son platillos indígenas (como es el caso de los guisos de nopales, flor de calabaza, huauzontles, verdolagas, papas, moles y tamales, por citar algunos.
Disfrutemos entonces, una temporada más de Semana Santa. Una buena oportunidad para festejar nuestras tradiciones arraigadas tanto en nuestra cultura que permanecen hasta nuestros días.
¡Buen provecho!