A principios de año lanzamos nuestro reporte de tendencias alimentarias, donde hicimos énfasis en una macrotendencia a la que llamamos FOODTURISMO, en la que desglosamos todo aquello que está por llegar en torno al futuro de nuestra alimentación, sus formas y paradigmas. Entonces nos planteamos una interrogante ¿quienes son aquellos que nos llevan a ese futuro?
En la actualidad podríamos definir la comida como una paradoja, pues es una mezcla de la escasez de ciertos alimentos y la constante amenaza de perderlos (agua, diversidad, miel, etc.) y también de la abundancia de otros que han surgido gracias a la ciencia (carne de laboratorio, vegetales genéticamente modificados, etc.) Es por esto que es un momento crucial para un personaje cada vez más destacado y queda vez más sale a la luz: el diseñador de comida.
El diseñador de comida o alimentos parte de la resolución de ciertos problemas alimentarios a partir de un proceso creativo, por supuesto dentro de los estándares del diseño y, muchas veces del arte. Bajo esta categoría se ha desarrollado su obra, destacados diseñadores tales como Arvid Jense y Marie Caye, Chloé Rutzerveld o el estudio Bio-ID Lab han enarbolado esta rama del diseño planteando soluciones que parecen ser traídas del futuro.
Comida que crece lista para comer
Podríamos pensar en un árbol frutal del que se toma una fruta y listo, a comer; pero ¿qué te parecería una empanada de hongos de la cual germinaron los hongos y las especias que la condimentan? La diseñadora de comida Chloe Rutzerveld creó Edible Growth, un proyecto de diseño crítico sobre el uso potencial de la manufactura aditiva en la producción de alimentos. Es un ejemplo de alimentos de alta tecnología pero totalmente naturales, saludables y sostenibles que se hacen posible combinando crecimiento natural, tecnología y diseño. La cual consta de una estructura que se imprime con una impresora 3D que contiene semillas y esporas, el consumidor las coloca donde les de la luz solar y conforme pasa el tiempo los ingredientes tales como setas y hierbas germinan, entre más tiempo pasa incrementa la intensidad del sabor, lo que permite que el comensal decida cuando “cosechar” su comestible.
Un”robot” que hace Soda y Kombucha
Por otro lado el duo creativo Arvid&Marie, creó SAM un robot orgánico autónomo que a partir de semillas u otros ingredientes crea soda o kombucha. Esta entidad híbrida es tanto tecnológica como orgánica, gestionando inteligentemente recetas, precios, mantenimiento, servicio y mano de obra, utilizando humanos solo cuando es necesario. La noción de ganancias, o incluso de avaricia, son superfluas para S.A.M. y produce al costo, reembolsa deudas y paga facturas como una entidad económica única sin estatus legal. Esta propuesta tiene la intención de inspirar nuevos sistemas económicos y legales basados en relaciones confiables entre humanos y máquinas.

Mosaicos que limpian el agua
Como parte de un concurso financiado por la marca de coches Mini Cooper, se desarrollaron múltiples proyectos de diseño enfocados en la purificación del agua. El estudio Bio-ID ganó el concurso con Indus, un sistema de mosaicos que a través de algas hacinadas en sus estructuras, limpian el agua de metales pesados, lo interesante de este sistema es que se puede usar en grandes superficies tales como paredes que de ellas se capta agua limpia lista para ser consumida.
El futuro está lleno de incertidumbre, pero también de esperanza, sobre todo de la que emana de mentes como estas que tratan de resolver lo problemas alimentarios del mundo de forma más creativa posible.