Es casi una costumbre para muchos terminar la tarde del domingo paseando con un esquite por las calles de Acapulco.
Desde que suena la campana para anunciar la salida de la escuela, las señoras de los esquites se preparan para cumplir el antojo de los chamacos que se amontonan para pedir su elote o su esquite favorito. “¿Lo va a querer tiernito joven?” Pregunta la señora con una sonrisa de oreja a oreja sin importar el sol de media tarde, ella siempre tiene un trato cálido con todos sus clientes.
En horario corrido y sin cobrar horas extras, ellas salen todos los días a vender sus elotes desde la banqueta que se encuentra detrás de la Catedral, justo en el corazón de la ciudad. Ellas saben mejor que nadie que un día de no ir al trabajo significa un día perdido, así que más vale madrugar y salir armadas con todo lo necesario para cumplir la misión: vender todos sus elotes al final del día y regresar a tiempo a casa para preparar la cena a la familia.
El dilema viene al elegir si: Elote o esquite, si tierno o dientón, si con salsa o con mayonesa y queso nada más. Y es que para todos los gustos hay complacencias, salsas preparadas con distintos ingredientes, es un traje de sabor hecho a la medida.
Estas mujeres comerciantes ya son un ícono de la comida de banqueta en el puerto. Para todo aquél que es fan de los elotes, la calle trasera a la Catedral es una parada obligada.