Desde hace más de 25 años, Doña Tere es pilar más importante del esfuerzo, amor y pasión a la cocina tradicional, que más tarde se materializó en lo que hoy lleva el nombre de La Casa de Tere.
En sus inicios, Doña Tere deleitó a sus familiares, amigos y vecinos con la magia de su cocina desde el patio de su casa durante cada jueves, logrando encantar los estómagos y los corazones de quienes la probaran su delicioso pozole; fue a partir de la insistencia de las personas más cercanas a ella quienes la animaron a dar un paso en la consolidación de su proyecto personal y así abrir un restaurante en donde no sólo alimentara a sus amigos, sino a todo aquel, propio o extraño, ya que su restaurante se volvió como su casa y sus clientes como su familia; todos son bienvenidos y tratados por igual como los invitados especiales que son.
Después de permanecer mucho tiempo en el espacio que ocupó el restaurante La Carreta, cerca de avenida Universidad, Doña Tere decidió mudar su casa a un lugar que se adaptara a lo que ella realmente quería: un ambiente mucho más familiar donde chicos y grandes pasaran un momento inolvidable.
La Casa de Tere es un lugar al cual todo amante de la comida debería asistir. Dentro de su menú se encuentra una lista de platillos mexicanos que poseen un secreto en cada receta, que ha sido pasado por generaciones y que fueron heredados de doña Clarita a doña Tere, y que además aportan a cada plato un sabor único y casero que detona a los más arraigados recuerdos que saben a algo muy familiar: el desayuno en un domingo con los tíos, la comida caliente en la casa de nuestras abuelas, el sazón de mamá que nos reconfortaba cada que llegábamos de la escuela. Comer en La Casa de Tere te hará sentir como en casa, como en familia.
Mientras compartíamos la mesa junto con doña Tere y escuchábamos atentos sus historias inspiradoras cargadas con su chispa alegre y cálida, nos hizo mención de los platillos que recomienda para todos aquellos que aún no han visitado su casa: el chile relleno de picadillo con caldillo, el tradicional pozole blanco y verde y el mole poblano.
Tomando en cuenta las recomendaciones, decidimos probar el mole poblano, que es elaborado en tu totalidad dentro del establecimiento utilizando los procedimientos tradicionales para la elaboración del mole: moliendo los chiles, las especias, las semillas el chocolate y todos los otros ingredientes de la extensa lista que conforma este laborioso platillo icónico de la comida tradicional mexicana. Nunca han comprado pasta de mole, pues el sazón de La Casa de Tere habita en el proceso de elaboración de este. El procedimiento artesanal de su preparación se elabora todos los días, asegurando que los comensales de La Casa de Tere reciban en sus platos un mole fresco y recién hecho.
Después de una breve espera recibimos el mole bañado con ajonjolí que emanaba un aroma delicioso. Una pierna y muslo acompañado de un arroz con plátano frito, y una salsa de molcajete, totopos y tortillas hechas a mano… Sólo nos dejamos consentir por un manantial del sabor casero. El primer recuerdo que emanó del primer bocado fueron todos los de la infancia y las recetas que preparaba la abuela durante su estancia en casa. La conexión fue casi instantánea.
Siempre he creído que la cocina y la comida tiene la capacidad de conectarnos con nuestros recuerdos más intrínsecos y evocar emociones que nos transportan a la raíz de todo lo que nos ha formado y alimentado: nuestro hogar. Sin duda La Casa de Tere es un lugar cargado de un toque especial, casi mágico, que su misma creadora aporta todos los días gracias a sus recetas y al sazón tan peculiar que poseen.
Si estás en la oportunidad de visitar La Casa de Tere, sus nuevas instalaciones se encuentran ya abiertas en Capital Vasco de Gama No. 320 Fraccionamiento Costa Azul, de 9:00 a.m. a 7:00 p.m., y donde ofrece también servicios nuevo como área de juegos e infantiles, alberca, salón de eventos con capacidad de 30 a 40 personas, aire acondicionado, pantallas y estacionamiento para clientes.