Es común que nuestros abuelos se extrañen de lo diferente que son nuestros hábitos alimenticios en nuestros días.
En casa no podían faltar los pequeños huertos familiares, plantas aromáticas o variedad de chiles para sazonar de manera natural sus guisos. Aunque tal vez más sencilla, la comida siempre caía bien. El recaudo no podía faltar en las alacenas familiares, chiles secos, conservas y mermeladas naturales.
De acuerdo con algunos estudios y expertos culinarios, el sabor característico de los platillos fue producto de la variedad de ingredientes frescos que se utilizaban en la mayoría de las preparaciones. La cocción a fuego lento y los ingredientes naturales hacían que su comida recién hecha fuera un manjar para el paladar y la salud, además de que los alimentos naturales eran más accesibles para todos.
Las salsas eran más espesas, sabores más naturales que se fueron transformando con el tiempo y la globalización.
Aunque pareciera que estamos encontrando el camino para volver a lo tradicional y en muchas comunidades de nuestro país aún conservan las usanzas de nuestros abuelos, debemos procurar conservar estas tradiciones culinarias en nuestras familias tal como nuestros abuelos lo hicieron, casi como si fuera esto un acto religioso.
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