Como es tradición del mes de septiembre, las fiestas patrias es algo común en todos los rincones del país; música popular mexicana, platillos típicos y las bebidas icónicas de México es algo que nunca falta en ellas, además de la convivencia y la alegría que nos caracteriza como mexicanos. En Acapulco, estas fiestas también se viven y se disfrutan de la mejor manera.
Este 15 de septiembre, Banyan Tree Cabo Marqués llevó a cabo su cena llamada Noche Mexicana, una reunión íntima y sofisticada que se desarrolló a la luz de las estrellas. Esta cena, a cargo del el chef Manuel Morales, se centró en los platillos típicos e icónicos del país, llevándonos por una travesía de sabores que representan parte de los pilares de la gastronomía mexicana en cada uno de los tiempos.
Es prudente enfatizar que durante este evento pudimos constatar los protocolos y medidas de higiene pertinentes recomendados llevados a cabo por los colaboradores del hotel con la finalidad de procurar la seguridad de los asistentes en esta velada: aplicación de gel antibacterial, uso de cubrebocas tanto del personal encargado de la cena como de los invitados, manipulación de alimentos con guantes, sana distancia entre cada una de las mesas y la realización del evento en un lugar al aire libre.
A nuestra llegada, fuimos recibidos con un cóctel de bienvenida que lleva por nombre “La Nueva Maggy”, una margarita que estaba hecha a base de chile serrano, limón, jengibre y pepino. Su licor principal era la tequila, bebida característica de este cóctel y que juntos daban un sabor muy refrescante y tradicional que combinaba perfecto para el calor de las noches de septiembre que se encontraba en su punto.
Para comenzar la cena, se abrió paso con el primer tiempo que constó de dos tacos hechos con tortillas de maíz azul, uno de lengua y otro de tripa, previamente sazonados y complementados con su respectiva salsa. Lo que podemos decir de estos dos tacos es que ambos forman parte la lista de los tacos consagrados por excelencia, aquellos que son los favoritos de los puestos ambulantes y taquerías y que incluso podríamos considerar como indispensables de la comida callejera mexicana.
Cerrado este tiempo y degustados los tacos, nos fueron puestas en la mesa dos diferentes opciones para la sopa: la primera opción era una sopa de lima y la segunda un pozole verde. La sopa de lima, plato característico de la gastronomía yucateca compuesto de caldo de pollo, especias, tortilla frita y la lima de Yucatán, eran una opción ligera, consistente y bien sazonada que pudimos disfrutar en cada sorbo. Por otra parte, el pozole verde, característico de nuestro querido estado de Guerrero, incluía su tradicional botana: chicharrón, tacos, aguacate y tostadas.
Para el tercer tiempo, se trajo a nuestra mesa un plato construido de cinco diferentes elementos característicos de la gastronomía yucateca y guerrerense. En él pudimos ver un kepe que llamó nuestra atención, pues pesar de que este (que también se conoce como kibi en la Península) pertenece a la gastronomía libanesa, es un platillo muy popular que los yucatecos han adoptado y tropicalizado a su propia cocina; además de un salbute de vegetales también perteneciente al legado yucateco. Por otra parte estaban los clásicos sopes y pescadillas, comunes de Acapulco y complementos de su cocina de mar y una chalupita de tinga, tradicional entre los guerrerenses y originaria del municipio de Chilapa. Algo característico que podemos resaltar en estos cinco elementos era que estaban hechos para comerse de un solo bocado.
Terminado este tiempo, nos presentaron una trilogía de tamales. Emulando los colores de la bandera y que adornan a este mes patrio: verde, blanco y rojo, fueron los colores que se asignaron a cada uno de los tamales. Igualmente, pensados en comerse en dos bocados, estos tres tamales eran todo un misterio que se descubría mientras los partías con los cubiertos. El tamal rojo estaba relleno de barbacoa, el blanco de rajas y el verde de pollo en salsa del mismo color. Se acompañó de pequeñas porciones de salsa verde y roja que dieron mayor sabor a cada uno de los tamales.
Llegó hasta nosotros un sorbet mexicano, perfecto para el ambiente, el calor de la noche y el cuarteto que tocaba piezas de la música popular mexicana para amenizar la cena. Estaba compuesto por granizado de limón con tequila y adornado con un limón deshidratado y servido en un caballito de tequila. Las recomendaciones para este entremés fueron que se debía beber de un solo golpe, sin embargo ya fuera que se acatara esta recomendación o que se bebiera poco a poco, se podía disfrutar por igual. Además de refrescarnos, nos ayudó a limpiar el paladar y prepararnos para el plato principal.
De las cuatro recomendaciones a escoger del chef, optamos por un chile en nogada y birria. Hablando primero del chile en nogada, este se encontraba elaborado de la manera tradicional: el chile poblano relleno de carne picada y frutos secos, bañado en nogada. A pesar de parecer un plato sencillo, el secreto se encontraba en el sabor del mismo, pues el relleno era realmente delicioso, equilibrado y muy bien sazonado, el sabor de la carne se acompañaba bien de los complementos y el dulzor de los frutos secos, sumado a esto, la nogada cremosa y consistente le daba el toque final para convertir a este chile en nogada en una estrella de la noche.
Por otro lado, la birria consistió de dos tacos acompañados con su consomé, que si bien la carne tenía un sabor muy bueno y estaban bien servidos, fue el consomé quien se llevó los aplausos y gran parte del mérito; sazonado con un poco de limón, el sabor característico del borrego mezclado con demás ingredientes que lo componían hicieron que este consomé se degustara lenta y plácidamente.
Y para cerrar, amenizado con la música del mariachi que logró cautivar a todos los comensales, se sirvió el postre que, así como el tercer tiempo de esta cena, estaba constituido de cuatro postres clásicos de nuestra gastronomía: primero se encontraba una porción de pastel de tres leches, arroz con leche, indispensable e icónico de los postres de la cocina tradicional mexicana; capirotada, servido dentro de una pieza pequeña de totomoxtle y acompañado de pasas envinadas y queso cotija rallado; y tres piezas de churros que se acompañaron de un poco de mermelada de frutos rojos , chocolate y cajeta.
Para el final de esta cena, la música del mariachi en vivo logró cerrar con broche de oro este evento, en donde además se logró transmitir el grito de Independencia entonado en punto de las 11 de la noche, recordándonos que a pesar de las dificultades que hemos vivido a consecuencia de la pandemia que azota a toda la población mundial, México sigue unido, de pie y en la lucha constante a esta adversidad, diciendo al unísono: ¡Viva México!