El tamal es un platillo hecho a base de maíz relleno con carne de carne o verduras y envuelto en hojas que pueden ser de maíz o plátano. Se trata de un alimento tan sencillo pero con raíces tan profundas que a veces parecemos olvidar el valor que tiene para los mexicanos.
Han estado presentes en nuestra vida cotidiana para celebrar a nuestros familiares, pero también para despedirlos, han estado en las posadas del barrio o en la kermesse de la escuela, a la hora de la comida o en la cena, todos sabemos ubicar al menos a tres puestos de buenos tamales en donde vivimos.
Las recetas son varias, desde donde empieza hasta donde termina el país se conocen más de 500 tipos de tamales, de cerdo, de pollo, con salsa roja, verde o mole, incluso mariscos como los tamales de “tichinda” como los preparan en Cuajinicuilapa, Guerrero.
En “La Historia Antigua de Méjico”, el historiador novohispano Mariano Fernández de Echeverría los describe como: “pastelitos de masa de maíz, rellenos de diversos guisados de carne y pescado en figura de bollo, envuelto en las mismas hojas de las mazorcas del maíz, y cocidos dentro de una olla de barro sin agua”.
Los más famosos son los oaxaqueños que van envueltos en hoja de plátano y rellenos del tradicional mole, también están las curundas de Michoacán, los tamales yucatecos y los tamales de dulce o elote.
El origen de los tamales se disputa entre varios países de latinoamérica y cada uno presenta su propia versión, lo cierto es que son una herencia que las primeras civilizaciones que se asentaron y su legado sigue siendo perpetuado.
Si ayer te los perdiste, hoy ve por unos buenos tamales, todos los días son buenos para disfrutarlos.
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