Ya lo veíamos venir: a principios del año se relajaron las restricciones buscando a toda costa la recuperación ante la crisis económica que todos padecimos a causa del COVID-19. Hoy volvemos a sufrir las consecuencias.
Después de las campañas políticas en donde los protocolos eran casi nulos, de abrir los centros nocturnos, bares y espacios públicos, el cambio de los semáforos parecía más un asunto mediático que una estrategia efectiva para evitar el rebrote.
Desde hace unas semanas el incremento de contagios ha sido alarmante en Guerrero y la industria restaurantera es una de las más afectadas, debido a las restricciones y supervisiones (muchas veces exageradas) que se hacen para evitar la propagación del virus, sin embargo, éstas exhaustivas brigadas dejan de lado la aglomeración de turistas y locales que existen en otros puntos en donde la cantidad de gente sin cubre-bocas es verdaderamente preocupante.
Parece que la acción siempre llega tarde, sin embargo, los establecimientos responsables están preocupados por cumplir las normas que señalan las autoridades, pidiendo que el piso sea “parejo para todos”.
El presidente de la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y Alimentos condimentados en Acapulco, Enrique Castro Soto sostiene que existen puestos de comida callejera que no respetan los protocolos, ni respetan el horario que han establecido las autoridades para permitir la venta de alimentos y bebidas.
Ante un inminente retroceso al semáforo naranja en pleno verano y transición de gobiernos, nos asomamos a una incertidumbre cada vez mayor. A la sociedad nos queda la responsabilidad como única salida y a las autoridades mejores estrategias para volver a controlar la crisis causada por la tercera ola de COVID-19.